miércoles, 16 de enero de 2008

UN BEBÉ PÚDICO




Decía Simone de Beauvoir que una mujer no nace, se hace, así que no sé para qué me preocupo tanto por saber si voy a tener niña. Si me esmero puedo hacer una, aunque al final el resultado puede ser uno de los tantos hombres que dicen que se dan en Guadalajara, pero la verdad es que se dan en todos lados, baste caminar por la Zona Rosa unas dos cuadras. No es que sea homofóbica ni nada por el estilo, pero tampoco se trata de que yo me esmere por tener una niña a como de lugar. Las apuestas ya corren, es la pregunta de rigor de todos los conocidos y los desconocidos que te ven tremendo bulto delante, pero nada, mientras que en los anteriores ultrasonidos, cuando todavía se definía el sexo, el bebé se movía con singular entusiasmo, una vez que ya está más maduro ha decidido no mostrar sus partes nobles. De espaldas o boca abajo, así permanece todo el tiempo mientras el doctor mueve la máquina a ver si le dan ganas de voltearse, pero no. Parece que se hubiera empeñado en que se le ha de querer sea lo que sea, como si fuera posible no hacerlo, como si fuera posible ver su imagen difuminada y en blanco y negro y no sentir de nuevo ese cosquilleo de la esperanza, esa casi felicidad. Ya no importa mucho si es niña o niño. Yo, tan acostumbrada a futurear, no puedo más que pensarlo pequeño, prendido a mí. Apenas adivino cómo serán sus ojos y sus manos apretando mis dedos. Qué imagen tan ordinaria! Pero que maravilla es lo ordinario de crear vida.