viernes, 27 de abril de 2007

LOS DECIRES DE SOFÍA// el nuevo

Ayer se festejó el Día de la Santa Cruz, día de fiesta para los albañiles. Obreros de la construcción, según el término políticamente correcto que utilizaría, por ejemplo, Emilio González, uno de nuestros políticos más correctos; o bien "ñiles", término que usaría la gente que quiere hacer empatía y sentirse lindo y buena onda, o incluso los miembros de las barras contrarias al referirse a los chivas de corazón.
Como en cualquier oficio para el que no hay escuela, el aprendiz de albañil se forja bajo la tutela de un "maistro" que le aventaja en experiencia y saber. Así, al rayo del sol, cargando bultos, acarreando agua, perdiendo el manicure y la tersura de la piel y dejando el cabello tan áspero que ni con champú "pelo lindo" se compone, el susodicho aprende lo suficiente como para empezar a ganar un poco de dinero y ser tomado en cuenta.
Si no persiste en el empeño, rodará de un empleo a otro, y cuando no tenga mejor opción, volverá a la obra, pero siempre será al que manden por los refrescos.
En cambio si persiste, ascenderá en el organigrama y en el tabulador salarial, y habiendo pasado por un lapso de aprendizaje constante, esfuerzo, sudor y dedicación, algún día llegará a ser, por fin, "el maistro"."El maistro", el que se las sabe de todas, todas; el que se pone al tú por tú con el arqui o con el inge; el que puede darse el lujo de hacer San Lunes; el que puede llegar tarde; el que escoge la estación de radio que todos han de escuchar, y por supuesto, el que negocia su sueldo y su hora de la siesta.
Una vez llegado a ese punto, "el maistro" elegirá si "se la lleva tranquila" haciendo parches aquí y allá; si se emplea temporalmente para alguna constructora que le otorgue Seguro Social; o si de plano mejor aprende a leer planos y se hace contratista.Ser albañil es un oficio de riesgo y desgaste físico. De repente el trabajo escasea, a veces no es tan bien remunerado como se quisiera, hay días en que sólo se comen gaseosas y pastelitos, justo el día de raya aparecen cantinas que sortear y, para colmo, los charlatanes que nunca faltan desprestigian el oficio; pero siendo un buen albañil, el futuro se tiene en las manos.
Para ser político tampoco hay escuela, en la universidad pueden estudiarse licenciaturas, maestrías y diplomados sobre administración pública, ciencias políticas, gestión, discurso, políticas públicas y demás; pero esa capacidad para colarse a un puesto de elección popular u obtener un hueso no se estudia en ningún lado.
El político incipiente también debe buscarse su "maistro": un político que le rebase en años, experiencia, conexiones y poder. Así, sin trabajo rudo, sin esfuerzo, sin sudor, y como un mero vínculo de beneficencia mutua, "el maistro" acomodará a su pupilo en donde más le convenga. Buen sueldo de por medio, el cinismo y la fidelidad ciega serán parte del aprendizaje.Si el susodicho no persevera, quedará rodando de una plaza a otra; nunca se quedará sin trabajo, pero siempre será al que manden por los refrescos.
En cambio si persevera, ascenderá en el organigrama y en el tabulador salarial, será tomado en serio, se beneficiará con jugosos puestos públicos, se convertirá en "el maistro" de nuevas generaciones y, algún día, a lo mejor llegará a ser el elegido.Una vez llegado a ese punto, no tiene más que despachar. Lo primero es correr a quien le estorbe, aunque haya que pagar liquidaciones o se desperdicie talento; luego, fundar de nuevo la dependencia a su cargo, no importa que no tenga ni la menor idea, para eso contratará asesores a quienes les dirá qué hacer.
Para marcar diferencias con sus antecesores, habrá que olvidar el trabajo ya hecho, desperdiciar lo ya logrado, contratar a sus ávidos aprendices para crear nuevos vínculos de conveniencia, pedir todo nuevo, gastar dinero y no preocuparse si todo sale mal.
Ser político no es un oficio de riesgo ni de desgaste físico. Siempre habrá fondos suficientes para pagar la cuenta en un restaurante que esté a la altura; siempre habrá un vehículo nuevo con tanque lleno y chofer; siempre habrá manera de justificar tus ausencias laborales y tus malas decisiones; siempre habrá dinero para contratar a todos los asesores, que bien podrían estar despachando en tu lugar y prescindir de ti; siempre habrá formas de hacer lo que quieras, pero arguyendo "legalidad"; siempre habrá presupuesto para rectificar grandes errores pasados o futuros; siempre habrá un bono para cuando digas adiós y, lo mejor de todo, siempre habrá un nuevo puesto para ti.
Una vez llegado a este otro punto, no tienes más que volver a despachar. Tal vez antes fuiste regidor y ahora eres Presidente Municipal; quizá fuiste diputado y ahora tienes una dirección; ¿qué importa si antes fungías en la Secretaría del Medio Ambiente y ahora vas a Comunicaciones y Transportes? Si antes no sabías nada de ecología e impacto ambiental, ahora, al menos tienes la experiencia de haber visto tele y hablado por celular; además habrá que darte tiempo, pues como ya sabemos, eres el eterno aprendiz financiado con dinero ajeno.
¡Eso es lo bonito de esta profesión!, aunque, como en todo, siempre habrá charlatanes que la desprestigien; pero eso sí, siendo un buen político, tu futuro está en tus manos.

UN CHELO EN LOS ESCOMBROS

¿Como suena el cemento cayendo?, ¿qué se escucha cuándo un muro de silencio va derrumbándose? Suena a gritos de alegría, a cánticos patriotas, pero también a un chelo tocando música de Bach. La noche del jueves 9 de noviembre de 1989, el muro de Berlín caía entre las manos de los habitantes de ambos lados de Alemania, que celebraban el acontecimiento más feliz de los alemanes en el siglo 20. Entre las risas y los festejos, un ruso, ferviente opositor del régimen soviético, hizo resonar con su chelo algunas suites de Bach, sentado justo en el Check Point Charly, la garita más famosa para cruzar entre los dos berlines. Era Mstislav Leopoldovich Rostropovich, quien falleció el 27 de abril a los 80 años, unos días después de Boris Yeltzin, su amigo y colega de visiones anticomunistas. Para muchos Rostropovich fue el mejor chelista, equiparable con Pablo Casals, incluso mejor; no lo conozco tanto, pero su vida difícil, el exilio, la defensa por la libertad cultural y su enfrentamiento a un régimen seguramente hicieron su obra más grande. Refuerza mi teoría de que los mejores artistas se dan en las peores situaciones. ¿Será que en México estamos por ver de nuevo una gran generación de artistas o seguimos viviendo en la tibieza?

jueves, 26 de abril de 2007

AND SO IT'S BEGINS

No estoy segura de tener mucho tiempo, ni siquiera la voluntad para hacerlo, pero nunca se puede desaprovechar la oportunidad de intentarlo. Esta es quizá la oportunidad de sentirnos cerca, de encontrar la línea recta en nuestra distancia, de dar un paso hacia adelante y abrazarnos u odiarnos en algún punto del cyberespacio. También, claro, en el fondo es el gran pretexto, es la oportunidad de escribir, de dar rienda suelta a la ocurrencia y desatar algo, no sé muy bien qué, pero desatarlo y dejarlo irse a donde quiera...