jueves, 17 de julio de 2008

LOS PENDIENTES

El famoso cuestionario Pivot que muchos periodistas suelen aplicar a sus entrevistados, pero que sobre todo es básico en las entrevistas de James Lipton en "Desde el Actors Studio" incluye la pregunta Aparte de tu profesión ¿que otra profesión te hubiese gustado ejercer? Siempre que me imagino cómo respondería ese cuestionario cuando sea famosísima y me lo pregunte quizá no Lipton, pero tal vez algún periodista del New York Times, no estoy segura de cuál finalmente escogería. Estas son todas las profesiones que me hubiera gustado desempeñar en algún momento de mi vida. Reto a quien me lea que pueda escoger una sola profesión alterna a la que tiene, que además, a lo mejor ni le gusta.

- De niña quería ser educadora pero esa idea se me quitó por completo y más ahora que tengo una hija.

- Luego quise ser química farmacobióloga porque mi papá me dijo un día ese nombre y me pareció que era tan sofisticado que yo tenía que dedicarme a eso. Después de la prepa todavía pensaba en dedicarme a la química, pero elegí letras. El gusanito ahí se quedó.

- En algún momento quise estudiar arquitectura. A punto estuve de dejar la facultad, pero no había quién me financiara. Es quizá mi profesión más frustrada, quizá al final de cuentas eso es lo qeu contestaría en frente de mi entrevistador.

- Hubiera querido ser chef, algo así como Thierry Blouet en el Café de lso Artistas de Puerto Vallarta, o mejor aún, como Anthony Bourdain.

- Me hubiera gustado hacer algo que me llevara a visitar muchos hoteles. Me encantan los hoteles.

- Cuando veo Grey's Anatomy se me ocurre que hubiera sido divertido ser doctora, pero en el Seattle Grace y con McDreamy, porque luego veo ER y ya no se me antoja.

- Me hubiera gustado ser curadora de arte y poder decir con aires de suficiencia que este o aquel son pésimos artistas, o al contrario, además de viajar, vestirme de manera exótica y tomar vino todos los fines de semana en las inauguraciones.

- Siempre digo que quisiera ser escritora, pero luego no me pongo a escribir.

- Sobre todo me hubiera gustado ser millonaria y dedicarme a decorar y desdecorar mi casa.

lunes, 14 de julio de 2008

EL MUNDO DE MILLÁS


De Juan José Millás tengo el recuerdo de una entrevista frustrada. Era la la FIL del 98, mi primera feria del libro como reportera de Mural. Me consideraba una experta en el evento luego de asistir varias veces y trabajar en algunos estands, pero el punto de vista de periodista es otro. Era una novata en aquel mar de autores, de conferencias, de temas por explorar. Una noche antes mi editor, Israel Carranza, me avisó que tenía entrevista con Millás, en ese entonces un autor desconocido para mí, pero era español y a mí eso me sonó de bastante importancia como para ir bien preparada. Me dio el libro, "El orden alfabético" y con una alta dosis de café me dediqué a leer toda la noche. Disfruté la lectura menos que si no hubiera sido por obligación, pero aún así encontré en su imaginario un placer que me hizo sentirme un poco de su lado. La elaboración de las preguntas fue casi con la mano temblando, pero al final ahí iba yo, con el libro y mi libreta bien afianzados y muy segura hacia el estand de Alfaguara, donde supuestamente me estaría esperando el autor y hasta un fotógrafo. Llegué temprano y me dijeron que esperara a que otro reportero tereminara su entrevista... otro reportero... reportera, para ser más exactos. En cuanto la vi sentada riendo junto con Millás se me vino el alma al suelo, era Silvia Isabel Gámez, con su pelo azul, su acento español y toda su experiencia, y claro, con su credencial del periódico Reforma. ¿Y ya para qué haces tú la entrevista?, me dijo la mujer de prensa cuando le hice ver que Silvia y yo éramos del mismo medio. Yo la escribo para ambos, reafirmó Silvia, y yo no pude decir mucho. Seguramente en mi cara se notaba la decepción o el enojo, no sé cuál era más evidente, pero el caso es que Millás se compadeció y me dijo que si quería que me firmara el libro. No dije mucho y se lo dí (ahora no tengo la menor idea de dónde está el ejemplar), pero en cuanto salí del estand me arrepentí, odiaba verme como una fan, yo tenía que ser una profesional y no debí dejar que me lo firmara. Desde entonces, cada que leía algo de Millás, un libro o una entrevista, incluso su columna de El País, sentía un poco esa humillación, la suficiencia del autor sintiéndose alagado firmando el libro (¿se lo presté a alguien, dónde está?) de la pobrecita reportera a la que habían dejado plantada. Yo podía recomendar cien por ciento su lectura, pero prefería no acercarme mucho a él... hasta que leí El Mundo, que recién terminé el fin de semana. La novela, que según dice Millás le llegó como auto que se pasa el alto (aquí en el DF esa imagen es muy fácil de encontrar en cualquier esquina) me envolvió casi como logró hacerlo Philip Roth con "Patrimonio", esa especie de recordatorio de vida que hace que irremediablemente uno se asome a ratos a su propia vida como si se tratara de una novela. La escena del Millás claustrofóbico tratando de escapar de una fiesta me hizo reecontrarme con él de otra forma. Si su fobia es cierta, en aquella FIL no era yo la única que sufría; él tuvo que sentirse asfixiado entre tanto autor, tanto saludo, tanto periodista y tanto libro. Más que una venganza fue como una suerte de solidaridad. Casi me he creído su humildad, pero también es cierto que en la literatura, por muy personal, uno es capaz de engañarse a sí mismo de manera sorprendente. Sin embargo, disfruté "El Mundo", disfruté la historia de su calle casi como disfruté mi propia calle en la infancia, sus reencuentros y sus pérdidas. Si volviera a encontrarme con él. Si por alguna razón volviera a entrevistarlo, no tengo muy claro qué le preguntaría, pero tal vez trataría de llevarlo a un lugar exterior, de darle un poco de oxígeno... y no, no le pediría un autógrafo. Eso todavía no. ÚLTIMAS NOTICIAS: Silvia y yo finalmente fuimos amigas, cada que asistía a la FIL disfrutábamos bastante, nos reíamos. Luego fue mi jefa, sí, cuando llegué a Reforma en enero del 2007, y ahora seguimos siendo amigas. Pero así como no volvería a pedirle una autógrafo a Millás, no volvería a perdonarle que me ganara una entrevista.